Últimas y definitivísimas memorias de la viejecita del primer piso






Ahora escribiré mis memorias: 


Había en el aire un hedor putrefacto procedente del cuarto que acababa de dejar la anciana después de contemplar largo rato el sello postal del Deutsches Reich —¡Qué tiempos aquéllos de los pogroms!. Se preguntó si no se habría orinado o cagado mientras dormía, cosa que resultaría rara ya que la pijama estaba limpia, sin contar que ella tenía un perfecto control de sus esfínteres. Además no olía a ese tipo de porquería. Cuando entró al cuarto se dio cuenta de que lo que apestaba era ella. Es decir, su cuerpo. La vieja estaba muerta.  

Mierda.


***


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