A los vecinos de arriba les da por mover sus muebles a altas horas de la noche. La anciana se queda quieta y mira hacia el techo, pero está sorda. Dice que los vecinos la van a matar un día de éstos y rasca el colchón lentamente con sus uñas de dos centímetros. Luego, un poco aliviada, respira porque ha empezado a llover y la lluvia le gusta. ¿Cómo hace para escuchar la leve llovizna?

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Ayer encontré, mientras jugaba con mi mapa de Praga, un golem de barro que alguien había abandonado en el Puente de Carlos.

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El golem, como debía de ser, cobró vida a media noche y me pidió de comer. Como en el refri no había gran cosa, le di una taza de leche con cereal de canela y le gustó.

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Hoy en la mañana, el golem ya no estaba —y yo que le había pedido un deseo—, y se había robado mi mapa de Budapest. Estaba yo a punto de llorar, pero recordé el cereal de canela y pensé: esta noche regresará por más.

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