Extrema vigilancia...

Aquella famosa metonimia de la década de los 80 que dice: "un mundo nos vigila" ha devorado la realidad. Ya no hablamos de fenómenos OVNI, no es ya "un mundo", sino el mundo quien se cierne sobre nuestras cabezas. Buscaba una dirección en el sistema de mapas de San Google para no perderme como siempre sucede (y seguramente me perderé de todos modos, pensé), y me encuentro con que los planos no solamente constan de una detallada red de calles con sus respectivos sentidos y principales establecimientos, además, si acercas un poco más el cursor hay fotografías que muestran el recorrido si lo mueves hacia adelante o hacia atrás. Ahí está todo, como si de hecho estuvieras caminando por ese lugar en ese momento. La verdad es que mi pésima orientación se debe principalmente a que no ubico las calles por nombres, sino por lo que hay ahí, no sé (y esto es cierto, en serio) entre qué calles está la Alameda Central, pero puedo llegar caminando desde mi casa. Hace tres semanas me perdí tratando de llegar al Centro Cultural España cuando mi amiga me había dicho que se encontraba "exactamente atrás de la Catedral", cuando mi amigo Carl de Viena vino a visitarme y se hospedó en un hotel de Isabel la Católica, lo quise llevar al Zócalo y terminamos perdiéndonos.
Así pues, en vista de que había fotografías de los locales de la calle que buscaba (Morelos), sé que mañana no me perderé. Y puesto que estaba de ociosa, se me ocurrió averiguar si este sistema de mapas funcionaba igual en otras ciudades, digamos, Viena. Y ahí estaba, buscando la Tigergasse, calle en la que viví mi idilio de verano con el fantástico amigo vienés. Pensé en lo extraordinario que sería saber que esa calle existe (sé que existe) más allá de mis recuerdos, que no sólo es un topos colmado de significado emocional por mi experiencia, que no es algo que, como diría Bertrand Russell, me fue implantado hace cinco minutos. Ya que no puedo probar la existencia de Carl porque eliminó su cuenta de Facebook, quería contemplar, tal vez por última vez en mi vida, aquellos rumbos a los que seguramente no regresaré. Pero no, San Google no tiene fotografías con recorridos virtuales de la Tigergasse. Todo se queda en mi memoria entonces. No existe.
Lo bueno es que la maravillosa ciudad de Mordor, México, D.F. sí existe, está estrechamente vigilada por todos los ojos del mundo, y gracias a esta extrema vigilancia, yo podré llegar mañana a mi destino. Lo demás es sueño.

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